Estoy contenta,y se me nota, ¿no? Acudiré a un concierto de las Sweet California con mi amigas, estrenan dentro de ná DIVERGENTE (que ya hay anuncios en la tele y publi por la calle ^^), Cassandra Clare publica el... ¿05.05.14, puede ser? (no recuerdo exactamente, pero en mayo seguro) el séptimo y último libro de la saga Cazadores de Sombras, yo y mis locuras seguimos con el running, la historia ya abarca + de 100 páginas... ¡Cómo para no saltar de alegría!
Y la verdad, es que no soy la única; atentos al capítulo, más concretamente,al final. ¿El título? En cuanto leáis, comprobareis que los recuerdos de Katniss pican y escuecen... ¿Lo pilláis? Seguro, mis smarties. Más cosas... ¡ah sí! Cuando leáis la palabra vestido, hay un link para verlo (el que lleva Katniss puesto en la ceremonia), clicar encima si queréis saber cómo es de verdad. Ohhhh!!! Pregunta clave: ¿ACABO AQUÍ LA HISTORIA? COMENTAR PLIS, QUE ESTOY INDECISA...
No me enrollo más, que m'he passat ;)) Petons!!!!!!
Capítulo 14: Recuerdos de sal y limón
Esperaba ver a mi padre en este letargo estado, mientas el
sedante hiciese efecto. Le diría que le quiero, él me tranquilizaría, me diría
que todo va a estar bien, y se iría a donde quiera que vayan los muertos que
fueron buenos en vida. Sencillamente, no. Esto es la vida real, aunque veces, me parezca un sueño borroso. No real.
Un libro, una película, un relato, una historia. Vuelvo a llorar, sin tan
siquiera haber abierto los ojos.
Me palpo la frente, como si así
apartara la maraña de dolor que me cubre. Algo se mueve encima de mí e intento
abrir los ojos, pero pesan demasiado. Después de varios intentos, los abro y me
incorporo costosamente. Prim se encuentra abrazada a mí, con su carita roja y
aún mojada por las lágrimas. Entierra un poco más su rostro en mi vientre. Echo
un vistazo alrededor, y reconozco la habitación de mis padres. Carece de
decoración; cama, armario, mesitas de noche y lámparas. Concepto barato en todo
su esplendor. Uno de los jadeos de Prim me saca del trance. La arrimo a mí, y
en cuanto lo hago noto como mi cuerpo es vago al actuar, a pesar de haberme
despertado. Ella murmura en sueños, y llora más violentamente (cosa que me contagia).
Finalmente me decido a despertarla, pero oigo otro sollozo y me detengo. La
beso en la sien, justo donde acaban los puntos de su herida, y me dirijo al
comedor. En cuanto pongo los pies en el suelo y me levanto, me mareo y acabo de
rodillas en la moqueta. Así, desesperada, me arrastro a gatas hasta el marco de
la puerta, con el cual me ayudo a levantarme. Me tambaleo por el pasillo hasta
encontrar a mí madre en el sillón del comedor, llorando silenciosamente. Me
quedo quieta, asustada. De vez en cuando jadea, pero no deja de mirar al
frente, al vacío.
Me permito dejarme caer contra
la pared y llorar allí mismo.
He pillado que han sido
informadas.
***
Semanas después del accidente,
he despertado. No literalmente, por supuesto. Quiero decir, que he dejado de
llorar en un rincón; he dejado de compadecerme; he dejado de preguntarle a
dónde ha ido, porque ahora comprendo que nadie me responderá nunca; he dejado
de gritarle a mi madre, porque ella aún no ha despertado. También he dejado de
hablar con Peeta. No he vuelto a
llamarle, no he permitido que me visite ni que vea en qué estado me encuentro,
a pesar de sus constantes llamadas y mensajes, incluso toques en la puerta;
nunca pasó del felpudo y nunca deje de llorar. Ahora sólo necesito estar sola,
conseguir una fuente de ingresos e intentar superar todo. En este momento, me
parece imposible. Y es que ya sé que jamás lo superaré, ya que eso incluiría
olvidarlo. Ni siquiera hemos tenido entierro. Siguen buscando en las minas los
cuerpos, si es que hay.
No he vuelto al instituto. No sé
qué haré con mis estudios. Lo que sí sé, es que las vacaciones de navidad me
dejarán el espacio que necesito antes de decidirme a actuar respecto a eso.
De momento, lo único que puedo
hacer es cazar para tratarme, y de paso
llenar esas bocas que siempre piden más.
***
Abro el armario de mi madre. Un
vestido color crudo de
gasa con estampado floral en rosas y rojos es el elegido para ser hoy lucido en
el acto en memoria de las víctimas del accidente. Incluso tendré el honor de
recibir una inútil medalla al valor, por mi padre, como si así compensaran la
pérdida. Salto de la emoción… ¿se me nota?
Me calzo unos tacones, también
color crudo, suministrados por Madge. Me acompañará, algo que me anima. Hemos
hablado un par de veces por teléfono, pero no soy muy elocuente, y ella no me
ha querido presionar. Pero hoy, la he invitado a venir. Ella ha aceptado al
instante, alegando que necesita darme un ‘¡gran abrazo!’ inmediatamente.
La dejo peinarme con una simple
coleta; pero ella complica las cosas, y pasa una hora de reloj planchándome el
pelo. Al final, me lo suelta, ya en la puerta.
- ¿Qué haces? -digo,
sorprendida.
- Así mejor, confía en mí.
Le sigo el royo, sin querer
discutir tan tempranamente. Tampoco tengo energía.
- ¡Prim! -llamo.
Aparece, un tanto encogida, por
el pasillo. Su pelo está recogido en sus dos trencitas de siempre, y luce el
mismo vestido (heredado) que yo vestí en el baile del club, el de cuadros
rojos.
- ¿Te has despedido de mamá?
-me pregunta.
- Sí -miento, con una pequeña
sonrisa mientras le doy la mano. La borro en cuanto no mira. No pienso
despedirme de ella. Tampoco se dará cuenta de si lo hago o no. Además, nuestra
relación… digamos que no pasa por su mejor momento. Me siento traicionada. Yo
aquí, intentando que no muramos de hambre, esforzándome por las tres y ella…
parada, sin contestarme siquiera.
El viaje en el coche de Madge
pasa enseguida, gracias a su temeraria forma de conducir; ella la llama
‘emocionante’.
- ¿Sigues con Darius? -suelto,
cuando ya diviso el Edificio de la Justicia del pueblo. Necesito entretenerme y
no pensar en ello.
- Sí -responde con una sonrisa,
acelerando cuando el semáforo pasa de verde a rojo. Me agarro al reposabrazos
del coche. Echo una mirada al asiento trasero y veo a Prim, bien segura con el
cinturón; eso me tranquiliza… un poco-. Y tú ¿qué tal con Peeta?
- Creo que hemos roto -contesto,
intentando que no parezca nada. «Camino con los pies. Los humanos tenemos
pulgar y los primates no. Creo que he roto con Peeta. Este invierno habrá feria
en la plaza.» Lo de siempre, normal.
- ¿Crees? -pregunta Madge, saltándose una señal de stop.
- La señal era para parar -resalto.
- Uh -sopla, restándole
importancia con la mano-. No cambies de tema. ¿Crees? Porque yo creía otra cosa…
- Madge… -digo, intuyendo que
otra de sus sorpresas está preparada. Mi voz es menos amenazadora y más triste
que antes. Puede que a lo mejor eso la achante.
- Lo siento. Da igual, habrá
mucho público -suelta, aparcando el coche con el ángulo torcido en el recinto
exterior del Edificio de Justicia. Me obliga a salir por la otra puerta, la del
conductor, ya que la mía choca con un árbol si hago el menor intento de
abrirla. Paso por encima del cambio de marchas y mi vestido de engancha en la
palanca, cosa que me trae malos recuerdos…
[…Haymitch le gruñe algo a Peeta, que llora
sobre mi vestido. Yo, me percato de que estoy tendida en el suelo. Unas manos
intentan levantarme, pero frenan. Aprovecho para, con mis últimas fuerzas,
acariciar suavemente la mejilla de Peeta, que levanta la vista ante el gesto.
Creerá que soy un enigma indescifrable. Puede; ni yo misma lo sé. Él presiona
un beso en mis dedos, que se mojan con sus lágrimas…]
[...Peeta vuelve a gritar mi nombre, y yo sollozo
más fuerte. Me tapo la boca con la mano para intentar que no oiga mi lloro. Lo
único bueno que se me ocurre, es que no puede traspasar puertas. Llama al
timbre repetidas veces, pero yo sigo sin levantarme, puerta principal contra mi
espalda. Así, siento que lo tengo más cerca. Finalmente se cansa, y la puerta
tiembla una vez. Una sombra aparece por debajo, y sé que ha adoptado la misma
postura que yo al otro lado de la puerta, como un espejo.
- Lo siento -murmuro.
No puedo enfrentarme a él. La posibilidad de que me abandone es
demasiado alta, y sé que sería justo por todo lo que le dije, y también sé que,
como cuando discutí con mis únicos amigos en el almuerzo, solo retraso lo
inevitable. Pero no soy lo suficientemente valiente como para hacerlo ahora. Y
que me hagan más daño (Que me rechace. Que se compadezca. O lo peor, que no me
deje por pena)… puede que fuera la gota que colmara el vaso y finalmente me
rindiera, como mi madre.
- Katniss -exclama al otro lado de la puerta, suponiendo que le
escucho. Lo hago atentamente, aunque sea entre lágrima y lágrima-, por favor,
abre. Necesito verte… por favor -suplica, con voz rota. Puede que él también
esté llorando-. Sé que no te he protegido de esto. No sé cómo podría haberlo
hecho, pero de todos modos… no lo he hecho, y he roto mi promesa. Perdóname.
Créeme cuando te digo que nada me ha dolido más -hace una pausa larga, tanto
que pongo la oreja para ver si sigue ahí, hasta que continúa-. Esas veces en
las que no me atrevía a decirte algo, estaba siendo cobarde. Sólo quería
decirte… Jamás he sentido esto por otra chica. Por nadie, en realidad. Jamás he
amado a otra, Katniss.]
…Pero esta vez la tela se libera con un simple tirón.
Mis piernas tiemblan en cuanto
los tacones se apoyan en el asfalto. Madge me coge con su habitual agarre de
hierro, y por primera vez me alegro. Yo por mi parte, agarro a Prim. Si me fijo
bien, puedo distinguir las lágrimas en sus ojos, rojos e hinchados. Los míos,
igual.
Por eso paro, me acuclillo
frente a ella y le limpio las lágrimas.
- No hace falta que subas -le
digo.
- Da igual. Así le diré adiós a
papá.
- Vale -contesto, asintiendo.
Nos ponemos en marcha, pero…
esa inocente y valiente respuesta; Peeta aquí, tan peligrosamente cerca, sin
saber dónde; el acto que me ha traído aquí, al que mi madre no ha podido acudir
por no… reaccionar ante nada. Todo, provoca que una lágrima de debilidad se
arrastre por mí mejilla antes de que me apresure a limpiarla.
***
Madge nos guía por el recinto
como si de su casa se tratase. Un pasillo, otro, unas escaleras arriba, luego
abajo, mil giros y ya hemos atravesado el edificio; nos encontramos tras las
puertas que dan al escenario. Me sudan las palmas de las manos, pero mi decaído
estado no me permite sentir nada más, como nervios o que me muerda el interior
de las mejillas. Estoy vacía.
El murmullo de la multitud que
espera, expectante, suena como un eco molesto en mis oídos cuando el alcalde Undersee
pronuncia mi nombre el primero de la lista de familiares de las víctimas. Todo
me parece irreal, mis movimientos mecánicos. Atravieso la puerta, sola frente a
una multitud, y empiezo a bajar los escalones. Cuando lo consigo y atravieso el
escenario, comienzo a sentir que vuelvo a mí, que soy capaz cambiar de rumbo y
no dirigirme automáticamente hacia el alcalde y demás miembros del consejo.
Pero, obviamente, no lo hago. Acepto la placa que tiene el nombre de mi padre,
cosa que me apena y provoca lágrimas silenciosas que intento evitar. Me doy
cuenta de que Prim me seguía todo este tiempo. Puede que no haya vuelto a mí,
después de todo. Le cojo la mano y sujeto con la otra la placa, contra mí
pecho. Nos apartamos y colocamos frente a todos para que los familiares del
siguiente fallecido puedan repetir el proceso. «Parecemos maniquís colocados en
un escaparate», me viene a la mente.
Busco señales entre el público
inconscientemente: el brillo de su pelo, el rastro de sus ojos... Pero me
detengo en cuanto me doy cuenta de que lo hago. «Puede que al final, Peeta no
haya venido. Habrá declinado la invitación de Madge, seguro. Estará ya cansado
de mí. Yo lo estaría», me digo. De todos modos, hay tanta gente que es muy poco
probable que lo hubiese visto con ese simple vistazo. Fijo la vista en el fondo
del paisaje, donde los rezagados
interesados todavía acuden al evento. Como si esto fuera un puñetero
concierto de Aguilera. ¿Tan interesante es? ¿Personas llorosas y deprimidas que
odian lo que están pasando?
Intento ignorar la sensación y
dejo que mi pelo hondee libremente; con suerte, me tape la cara. De acuerdo,
esto es lo que Madge pretendía que quedara bien cuando me lo ha planchado y
dejado suelto. Bueno, no lo puedo negar, aunque ahora algo tan pequeño como
eso, parecerle más guapa a los habitantes y a las cámaras, carece de sentido.
Cuando el espectáculo de circo
acaba, a los payasos nos dejan bajar del escenario, y lo único que me apetece
ahora es tomar una cena caliente acurrucada en algún rincón blandito, como en
mi cama debajo de una manta con un cuenco de sopa. Lo malo, es que ni siquiera
hay sopa, cosa que me obliga a salir de caza en cuanto llegue, agotada. Me
llevará unas tres o cuatro horas, y no tengo toda la energía que a actividad
requiere; pero lo haré, por Prim y… y por mi madre. Me apresuro a llegar hasta
el coche, arrastrando a Prim detrás. Choca contra mi espalda cuando paro en
seco, a diez metros del coche. Madge charla con Peeta, apoyada en el capó. Él
me da la espalda, y no sé qué hacer. ¿Corro y huyo o me acerco? ¿Saludo como si
nada? ¿Le beso como me pide el cuerpo? ¿Me meto en el coche sin dar una sola
mirada? ¿Huyo o me acerco? ¡¿Huyo o me acerco?!
La mano alzada de Madge
diciéndome que me acerque en cuanto me ve me deja sin elección, así que camino
hasta allí con la cabeza gacha. En cuanto llegamos Prim abraza a Peeta por detrás,
sorprendiéndolo. Éste, por su parte, reacciona con un gran abrazo, alzándola en
volandas. Le saca una risita a Prim cuando alcanza el punto más alto. Una de sus
risitas. Eso que creía que nunca volvería a escuchar. Peeta lo ha hecho
posible.
Mientras tanto, Madge se me
acerca, preocupada.
- Katniss, él me ha encontrado,
yo no… -me susurra.
- Tranquila -le corto,
abrazándola-. Está bien.
Peeta deja a Prim en el suelo,
y Madge se apresura a meterla en el coche. Ella espera apoyada en la ventana
del asiento trasero, charlando con Prim de cosas de chicas, como yo no sé. Eso
nos deja nosotros dos. Me atrevo a levantar la mirada, y descubro que él imita
sin querer mis movimientos. Ahora debe ver a una delgaducha, pálida, de
mejillas huecas y ojos rojos. Él también tiene aspecto de enfermo, pero sigue
siendo él; huele condenadamente bien; es tan guapo como siempre lo ha sido; su
figura es fornida; su tímida sonrisa brilla en blanco.
Me lanzo a su cuello antes de
que el silencio se alargue demasiado, y le abrazo como nunca. Me da igual que
puede que no me corresponda. Simplemente sigo el impulso. Y él aprieta sus
brazos entorno a mí cintura, y me sorprende que los tacones dejen el suelo,
hasta que comprendo que me alza en el aire. No hago otra cosa que reír como una
niña pequeña cuando estira del todo sus brazos y me sonríe desde abajo a pesar
de las lágrimas contenidas, derramadas y por derramar. Me baja poco a poco y da
vueltas. Cuando toco tierra firme, no sé si el mareo es por la felicidad que me
embarga o por las vueltas, pero uso la excusa para volver a abrazar a Peeta y
sujetarme. Quizás esto esté mal o no, sea real o no… pero sienta malditamente
bien. Y sé que debo controlarme, pero…
Para añadir un poco de espacio
rompo el segundo abrazo.
- Prim no había reído desde que
mi padre murió -digo-. Y…la verdad es que yo tampoco. Gracias.
Asiente, perdiendo la sonrisa.
- Katniss…
- La verdad es tengo que volver
a casa -digo, volviendo al coche, pero me coge por la muñeca y me paro.
- No huyas más de mí, por
favor. Estar sin ti, sin poder consolarte, tocarte o hablarte… ha sido lo peor,
Katniss, lo peor que me ha pasado nunca. No quiero volver a eso. No puedo
separarme de ti otra vez.
- No hay nadie que me ayude en
casa ahora, Peeta. Entiende que…
- ¡No! Entiende tú que los
peces mueren sin agua, que las plantas se marchitan sin luz y que la mayoría de
gente sin aire. Pero ahí estoy yo, que solo me ahogo, me marchito, me apago y
muero sin ti -exclama, aunque conforme va hablando baja la voz. En las últimas
palabras su voz es apenas un susurro, y acaricia mi mejilla mientras cerca
nuestros cuerpos. Yo, cautivada y emocionada, no muevo un solo músculo-. Que
entre en esa cabecita tuya, que no estoy dispuesto a dejar este mundo todavía.
- ¿Y yo qué? -consigo susurrar,
aunque poco a poco voy subiendo el tono de voz- ¿A mí no me ha dolido? ¿No he
pensado en ti? ¿No he sufrido? ¿No he llorado un día sí, otro también? ¿No te
he echado de menos? ¿No me he vuelto loca pensado en si me dejarías ya, o
esperarías unos días por pena? ¡¿En si me querías como yo te quiero a ti?!
Me aparto abruptamente, y se
hace el silencio. Lo dicho, dicho está; y también está claro, que eso ha salido
de mi boca. Camino en círculos delante del coche, para despejarme. Creo que
parezco uno de estos perritos miniatura, dando saltitos y corriendo de un lado
a otro sin parar.
- ¿Has dicho… -murmura Peeta a
mis espaldas, pero cambia de pregunta- ¿Me quieres?
- Sí -me
giro, extrañada, para mirarle. Arqueo las cejas y digo lo obvio, ya cansada. No
de repetirlo, sino de que él necesite que lo repita-. Eso ya te lo había dicho.
- Creía que
no estabas convencida -dice, acercándose a mí con una sonrisa.
- ¿En serio?
Porque no entiendo cómo he podido hacerte pensar eso.
Su panorámica
alegre (y cada vez más cercana) me hace sentir algo dentro, algo especial que
provoca un cosquilleo y sonrisas. Su aspecto ilusionado de niño-sentado-sobre-las-rodillas-de-papá-noël
me provoca risas; esas risas tontas de antes, cuando nos conocimos bien. Por desgracia,
también me fijo en que el sol ya se está poniendo tras él, y el cielo se tinta
de un tono naranja, cosa que me avisa de la tardía hora sin necesidad de reloj.
- Si no me
voy ya tendré que cazar de noche -me digo para mí. Camino lentamente hacia el coche,
aunque estoy dispuesta a acabar la conversación con Peeta. Súper dispuesta,
para que negarlo. Me apoyo en el maletero y veo como él se acerca con claras
intenciones; pero cuando faltan tan solo unos veinte centímetros para tocarme,
se detiene.
- ¿Puedo…
-traga saliva, y me mira a los ojos- ¿Puedo besarte?
- Sólo hazlo,
o lo haré yo -digo, con una sonrisa tonta en la cara. Él, en cuanto escucha la
respuesta, sonríe de la misma forma. Aunque por poco tiempo antes de que sus
labios presionen los míos. Mi lengua ávida de deseo busca la suya, y la
encuentra rápidamente. Apoyo las manos en sus hombros y aprieto su camiseta,
recordando lo que me provoca su contacto.
Y al parecer, la búsqueda era mutua.
Me sube encima del maletero y sus manos viajan por todo mi
cuerpo, acariciando con sus mágicos dedos cada centímetro libre de mi piel. Yo
profundizo más el beso, ansiosa y adicta a él. Masajeo con una mano su nuca, y
la otra se dedica a acariciar su espalda, para después centrarse en su abdomen,
recorriendo gustosamente sus abdominales. Peeta gime en mí boca, y yo sonrío
sobre la suya. Acerca mi cuerpo al suyo presionando con una de sus manos mi rabadilla,
y la otra acaricia mis muslos. No puedo negar que mi gemido sea la clara señal
de excitación en una mujer.
- ¡Pervertidos, buscaros un hotel! -nos grita Madge,
divertida y entre risas, asomada por la ventanilla del coche con medio cuerpo
fuera.
Yo suspiro, satisfecha, y separo nuestros labios. Nuestra
respiración es agitada pero, yo al menos, me siento relajada. Apoyo la cabeza
en su pecho y respiro profundamente, intentando quedar impregnada de su aroma. El
amor a te vuelve cursi, que se le va a hacer.
- Te quiero -me dice, abrazándome.
Me incorporo y rodeo su cuello con los brazos.
- Creía que no estabas convencido -digo con voz grabe,
imitando la suya.
- Ja-ja-ja. Eres muy graciosa.
- Lo sé -digo mordiéndome el labio-. Me pongo seria, de
verdad -ruedo los ojos, chasqueo la lengua y hago crujir mis nudillos, imitando
una transformación de, sinceramente, mala calidad-. Te quiero.
Se separa un poco, pero engancho una de sus manos.
- Vale, estoy loca hasta los huesos por ti.
Pone cara de “pensar”, mirando al cielo y rascándose la
frente con el índice. Después niega con la cabeza y se separa unos pasos más.
Suelto una carcajada y voy detrás de él, aunque tropiezo
por culpa de los tacones y caigo sobre él.
- Te amo -le susurro.
- Te amo.
Nos besamos rápidamente.
- ¿Te vale? -pregunto.
- Me vale -contesta, poniéndome de pie e inclinándome sobre
su brazo como si fuera una princesita de Disney.
- Entonces a los dos -aseguro.
Le vuelvo a besar y siento mariposas por ello. ¿Quién iba
a pensar que el acto acabaría tan bien? A decir verdad… creo que es mi primer
final relativamente feliz. Espero, y estoy segura de que junto a Peeta se hará realidad, que
no sea el último.
Si no quieres seguir, lo entenderé. Pero haz OTRA HISTORIA....
ResponderEliminarEste capítulo, se me a quedado corto. Si, y me has dejado muy ajxjsnskallabxkzhanmskdhh.
Más que aller, que me regalaron una ROSA. Yo por poko mato al que me la regaló, ya sabes tú. Pero....
Jusjusjus...nooooo meeeee maaaaateeees sin tuuus historiaaaaass que estoyyy empezando a pensar que eres un clon de SUZZANE.
Bye, Bye
Testimooooooooooo bonicaaaaa<3
Van<3
Creete que si te digo que me has hecho llorar con el comentario es VERDAD. TEEEEEEEEEEEEEE EEEEESTIIIIIMMOOOOO MMOOOOLTÍÍÍÍÍÍSSIMMMM<3<3<3<3<3<3<3<3<3<3<3
Eliminar¡Me has dicho que quieres otra historia! ¡Joder! ¡Es como un sueño hecho realidad! Tengo 14 y mi sueño es ser escritora, y tan joven y me dices estas cosas... ;)))))))Y lo del clon de Suzzane, ya me ha derretido, aunque parezca raro ^^ Muajajajaja
Creo que seguiré con la historia, veremos. Estoy escribiendo ya el 15 y si sigue adelante y me salen ideas esto continuará ;))
Estoy eufórica ^^
PEEETOOOONS <3<3<3<3<3
PD: ¡¡Mira a Van que ligona!! ¿Mataste al de la rosa? Muajajaja Te entiendo bien ;)) como Mentalemente desorientada oficial ^^
Nóoooooooooo!!!! me dejas picadisima en la historia y la vas a acabar ............ yo digo que no la acabes
ResponderEliminarOhh... GRACIAS!! No la acabaré, aunque necesito pensar qué enfoque le doy ahora... ^^
EliminarAaaaaa por favor sube el capitulo 15 no me dejes asi por favor!!!!!!!!!!!!
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